He atravesado el espejo.
«¿He atravesado un espejo?» Me pregunto mientras camino por esta nueva ciudad. Es igual a recorrer mis calles de siempre, pero la sensación es distinta. Es como estar en casa pero en otro continente. Si es igual a mi ciudad, ¿por qué nadie me entiende cuando hablo?
Luego de unas horas lo admito: me siento en la dimensión desconocida. Veo cientos de turistas moviéndose rápida y organizadamente como hormigas para visitar viejas estructuras de hierro y cemento, admirándose de su antigüedad y belleza. Miro debajo de los monumentos buscando esa diferencia que los hace tan únicos pero sólo encuentro similitudes con mi lugar de origen. ¿Es seguro que estoy lejos de casa? ¿Dónde estoy?
La gente camina cada vez más rápido, una tormenta se avecina. Los únicos que siguen en la calle e intentan detenerte son los estafadores ocasionales. Que una firma por aquí, adiós a tu billetera por allá. Que una pulsera te quedará bonita pero se llevará tu presupuesto del día, todo con una sonrisa y mil frases elocuentes en el idioma que prefieras para que no puedas desentenderte. Entre esta marea de gente que apresura el paso buscando refugio, la ciudad se extiende gris y triste… tan gris como las nubes bajas cubriendo el cielo más rápido de lo que quisiera.
De un momento a otro, desciende la temperatura y comienza a llover. Ahora sí, no quedan dudas que la húmeda ciudad frente a mis ojos tiene una relación familiar con la que he vivido la mayoría de mi vida. Hermanas de otra madre, ¿primas, tal vez?, dos caras de un mismo espejo que no dejan lugar a duda a sus similitudes.

Me recorre un escalofrío, culpa de ese viento helado que aparece con la lluvia, y tuerzo la boca. «Yo quería irme» es el pensamiento que da vueltas por mi mente. «¿Por qué, aunque recorra continentes, siempre termino aquí?» Tal vez es el destino caprichoso que no me deja marchar. Tal vez sea solamente la vida recordándome de donde salí. Probablemente… sea solamente mi castigo por atravesar el espejo.
(Esta es una exploración creativa. Si te gustó – o preferís que vuelva a los posteos informativos – dejame tu comentario abajo)
Paula, querida, te abrazo fuerte, por el pasado, por el presente y por el futuro. El primer post que leí fue uno allá por 2017, dondehablabas de una depresión, y me desesperé. Gracias a Dios, encontré este más reciente y me da tranquilidad de que al parecer, estás un poco mejor. Te cuento Pau, que estoy igual a vos en 2017, no voy a pronunciar palabras chaves porque estoy en el ejercicio de no decretar. Me estoy separando de mi marido de 16 años, una vida. Digo me estoy porque esto lleva tiempo, pensando en volver a casa, quizá porque pienso que voy a sentirme más segura, quizá porque no aguanto tanto silencio, tengo un hijo bellisimo de 12, pero pre’adolescente está en la de el, y gracias a Dios un niño de hoy, que me abraza con palabras como «Es natural que sientas tristeza, pero tranquila, todo pasa». «Vamos a estar bien, tranquila». Agradezco a Dios por tenerlo a mi lado, por su sabiduria y su compañia. Vivo en Rio de Janeiro, la famosa ciudad maravillosa, donde me siento perdida y al mismo tiempo en instántes fugáces me encuentrom consigo volver a mi,
Esta difícil sentarse a escribir y como vos, salimos a pasear por estas constelaciones en búsqueda de inspiración, Y te encontré_ no estoy sola, todas pasamos por esto, la mayoria de las veces en silencio, guardadas, escondidas.
Gracias por encontrarte. Abrazo grande!
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Gracias por tus palabras, Pau! El camino fue difícil desde el 2017 hasta ahora (no te voy a mentir) pero si te sirve de consuelo, poco a poco pude ir levantándome hasta estar un poco mejor, hacer planes, atreverme a soñar otra vez… Concuerdo en que la mayoría de las veces lo pasamos en silencio, esa procesión que va por dentro mientras nos consumen las dudas, pero es así como decís, no estamos solas! Te abrazo fuerte y espero que puedas encontrarte acá, allá o donde sea que quieras estar 💕
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