Para ser completamente honesta con ustedes, no sé cómo abordar esta entrada…
De todo el recorrido, París fue una de las ciudades que no me gustó. Lamentablemente, tengo que decir que el choque cultural fue muy grande (y bizarro, porque arquitectónicamente se veía como Buenos Aires, pero la gente nada que ver)
De todo eso que se rumorea, que si no sabés francés estás afuera, es cierto. ¡Al menos visto desde mi experiencia! Me manejo perfectamente en inglés y hasta puedo esbozar intento de conversación en coreano y japonés, he chamuyado en portugués e intentado leer nombres de calles en holandés… ¡pero con el francés me llevo muy mal! Ya desde antes del viaje intenté aprenderme algunas palabras para sobrevivir (Lo primero que aprendí fue a decir: «no hablo francés«, obviamente) pero no hubo caso. Dentro de los hoteles/lugares turísticos todo está muy bien, pero si sos pobre como nosotros y te vas a desayunar a un Chez Quik, bueno… muy bien no te van a tratar que digamos. (Ojo, en algunos lugares me tuvieron paciencia, y a esas personas desde acá les digo ¡GRACIAS! pero en otros lugares me sentí muy discriminada… Que te empiecen a hablar más rápido y cerrado para que no entiendas, te pongan mala cara… Lo pasé muy mal.)
En fin… En París pasamos 4 días, así que intentaré resumir un poco y comentarlo en dos partes para no hacerlo tan extensivo.
(Quiero aclarar otra cosa antes, mis amigos pasaron los 4 mejores días de su vida, ¡así que todo es relativo!)
Día 1: Llegamos al aeropuerto, de ahí a la Gare du Nord, (no quiero ser mala pero esta zona se parece a Once, para los que viven en Buenos Aires saben de lo que les hablo), y de ahí al hostel que se encontraba a tres cuadras. Nos perdimos un poco, fuimos para el otro lado, ¡pero llegamos sanos y salvos! Al llegar al hostal nos enteramos que no había lugar por alguna confusión y nos mandaron al hotel que estaba a la vuelta (epic win, ¡pasamos de un hostel a un hotel tres estrellas!) Después de acomodarnos salimos a dar una vuelta por esta ciudad.

Aunque en su momento me quejé porque realmente se ve como Buenos Aires… ¡Este tipo de arquitectura me gusta muchísimo!
El primer día fue más «cultural», fuimos a dar una vuelta por un par de Museos. Fuimos primero al Museo del Chocolate y luego al museo del Sexo. En el museo del chocolate nos enseñaron a hacer bombones (¡y a degustarlos!) y en el Museo del Sexo… bueno, para mí fue una experiencia bizarra, fueron 7 pisos de historia del sexo, en donde en los primeros pisos veías obras de arte antiguas que tenían explicación, en los últimos pisos solo vi bizarreadas que la verdad, a mi gusto, de historia y de museo non tenía mucho. Pero bueno, «ca’ cual es ca’ cual,» decía mi abuela.
Luego de las visitas a los Museos nos fuimos a tomar algo y a visitar el famoso Moulin Rouge. La verdad, no entramos, nos enteramos que una cena show salía 100 euros y… ¡preferimos sacarnos fotos desde afuera! Esa noche cenamos kebab (¡hay muchos, MUCHOS puestos de comida árabe por todas partes!) y nos fuimos a disfrutar de la vista del Sacre Coeur.

Se veía lindo pero ni todas las Christinas Aguileras del mundo harían que pague 100€. Lo siento.
En el Sacre Coeur nos pasaron un par de cosas. Tengo que decirles que tengan MUCHO cuidado con la gente que les habla en la calle. A mí, la viveza criolla me permitió zafar, pero a muchos turistas desprevenidos no les va tan bien…
Estábamos caminando felizmente hacia la entrada del teleférico que te lleva hasta el Sacre Coeur cuando a mi amigo le salta un señor y le empieza a hablar… Yo me detengo para ver qué quería y me atrapan del brazo. Le pido que me suelte, y el señor me dice: «no soy malo, no te voy a hacer nada» (pero sigue sin soltarme) En cuestión de milésimas de segundo me toma del dedo meñique y empieza a hacer una pulserita. Me dice que necesita de mi ayuda para hacerla y me empieza a dar charla. (charla que venía de parte de él, que yo no quería contestarle nada) me preguntó de dónde era, si tenía hijos (?), me contó que el señor venía de áfrica y que en Argentina no había muchos africanos. En fin, palabra va, palabra viene, esa famosa pulserita me la ata a la muñeca sin permiso y me pide plata. ¿Qué? ¡No, monsieur! Le dije que no tenía dinero, nada, y el me seguía diciendo «Poquito, poquito» y me mostraba la billetera como diciendo: «¡Tengo cambio eh!» Obviamente no iba a dar el brazo a torcer (ya me lo había torcido bastante cuando me lo tomó, jajaja) y le dije que 20 céntimos de euro era lo único que tenia. Me seguia diciendo «poquito, poquito» para darme a entender que quería más, y yo: «Claro, poquito, me pedís poquito, es lo que tengo» (jajajajaja) Al final, el señor me tuvo que dejar ir… así que dentro de todo me salió bastante bien. PERO, tengan mucho cuidado. Si se les llegan a acercar, ¡no los miren, lo les hablen y sigan de largo! Y si no hay suerte, resígnense, tómenselo con humor, nunca saquen su billetera y regateen el precio… A mi amigo le quisieron sacar 15 euros y lo terminó bajando a 5 (algo es algo, aunque la bronca no se la pudo sacar nadie!)
A pesar de nuestra singular historia, el Sacre Coeur es hermoso. Nosotros tuvimos la suerte de visitarlo de noche y un día de calor, así que pudimos sacar hermosas fotos del edificio y del paisaje de París que se ve desde arriba.

Ustedes díganme, sino, si esta imagen no vale más que mil palabras.

Y de yapa: una imagen de la infame pulsera que -por cierto- ¡eligió lindos colores para la misma!
Seguí mi relato por París por acá! (¡Oh lalá París! – Parte 2)
Me gusta esto:
Me gusta Cargando...