Estando en Nueva Zelanda por escasos dos días me hizo elegir con cuidado las cosas que quería visitar, ya que no tenía mucho tiempo para moverme por el país. Eligiendo Auckland como base, decidí cumplir un sueño que tengo desde hace muchos años y me animé a conocer las hermosas cuevas de Waitomo, conocidas por sus gusanos bioluminiscentes.
Ya que no tenía mucho tiempo, decidí optar por tomar un tour. Coordinamos la salida desde la Torre de Auckland, y nos dirigimos hacia este mágico lugar, con una guía que nos explicó más sobre la cultura Maori, la vida en Nueva Zelanda, y nos contó un poco sobre el significado que tienen las Waitomo caves para la comunidad local. En el medio, hicimos una amiga 🙂

Una vez que llegamos, comenzó la aventura. Nos recibió el que sería nuestro guía dentro de las cuevas, quien era parte de la comunidad y descendiente del jefe Maori que exploró la cueva por primera vez junto con los exploradores ingleses. Nos contó que las cuevas de Waitomo ya eran conocidas desde hace un siglo antes de que los exploradores ingleses llegaran, los cuales al comienzo hacían el camino inverso al que hicimos nosotros: entraban por la corriente de agua y finalmente, luego de varias exploraciones, descubrieron la entrada superior, por la cual ingresaríamos.
Al bajar lentamente por las cuevas de piedra caliza, miles de estalactitas y estalagmitas bailaban a nuestro alrededor con su goteo incesante, maravillándonos con las formas que tomaban, después de millones de años de movimiento. ¡La cueva que estábamos explorando posee más de 40 millones de años!
Luego de descander un poco más, llegamos a The Cathedral, (La Catedral), una cueva espaciosa y fresca, con una resonancia perfecta. Nos invitaron a cantar para demostrarlo, pero nadie de mi grupo se animó. ¡Una lástima!

Seguimos descendiendo hasta finalmente llegar al momento que nos haría emocionar y redescubrir la magia. Descenderíamos por un gomón hacia la cueva donde se encuentran los glowworm, o gusanos brillantes. Esta especie es única de Nueva Zelanda, y su bioluminiscencia se debe a que estando tan profundo bajo la tierra necesitaban una forma de atrapar comida, ¿y qué mejor que brillar en la oscuridad para eso?
Al llegar a la base donde se encuentra la corriente de agua nos hicieron apagar todos los celulares y cámaras, ya que se encuentra prohibido tomar fotos. Esto se debe a que los gusanos son muy sensibles a la luz y el sonido, y exponerse a ambos los mata. Nos hicieron bajar en completo silencio, advirtiéndonos que si incumplíamos las reglas el tour se terminaba ahí.
Una vez me subí al gomón y comenzó la navegación no podía creer lo que veian mis ojos. La cueva parecía un cielo estrellado, lleno de luces celestes a nuestro alrededor. Lo único que se escuchaba era la leve fricción del gomón contra el agua y mi corazón latiendo a mil, con ganas de llorar frente a semejante espectáculo.

La verdad es que niguna filmación le hace juticia a tanta belleza, se disfruta mil veces más estando ahí y recurriendo atodos tus sentidos para entender los estímulos que te rodean. Fue un recorrido que se me hizo largo y al mismo tiempo corto, queriéndome quedar para siempre recorriendo esas aguas.
A la salida nos permitieron tomar una foto de recuerdo a esa boca que nos daba la bienvenida, aunque lamentablemente no salió ningún glowworm que valiera la pena mostrar. Por último hicimos una pequeña caminada por el bellísimo bosque nativo, para luego regresar a Auckland con los pies cansados y el corazón contento.
Si te interesa conocer las cuevas de Waitomo pero tenés poco tiempo como yo, podés comprar el tour a través de Intercity junto con la visita a Hobbiton (que es el que hice yo) o este mismo combo a través de Civitatis. Si lo comprás a través de este último link, Civitatis me da una pequeña comisión que me ayuda a seguir trayéndote material 🙂