Ya solo quedan 29 días para irme de viaje. 29 días que se hacen una eternidad y a la vez están pasando demasiado rápido. 29 días son menos de un mes, menos de un mes significa nada. No es nada de tiempo. No me queda tiempo.
Y mientras tanto… empiezan las despedidas, los abrazos. Empezás a ver a quiénes les importa, a quienes solo se aparecen por curiosidad. Están los que te envidian, y los que te desean lo mejor. Empezás a ver a quiénes valorar y a quienes ya sabés que no vas a volver a ver cuando vuelvas.
Mientras tanto… espero terminar de trabajar para poder empezar a poner mi vida en orden. Ya me queda una sola semana de trabajo, el tiempo pasó volando, tan rápido que no sé qué pasó en el medio. Me dejé llevar y todo fue llegando.
Mientras tanto, tengo que empezar a ver qué cosas llevarme y qué no. Tengo que dejar de preocuparme por las cosas que voy a hacer allá, ya que en verdad no puedo hacer nada desde este lado del océano.
Mientras tanto, tengo que aprender a calmarme, voy a necesitar ese conocimiento cuando esté sola frente a lo desconocido.
Mientras tanto… no tengo ganas de despedirme de mi familia, de mis verdaderos amigos. Estoy intentando postergarlo lo más que pueda pero se está haciendo inevitable.
Mientras tanto estoy acá, hecha un manojo de nervios, queriendo hacer cosas para aplacar mi ansiedad.
Definitivamente estoy sufriendo (¿o disfrutando?) de un caso agudo de estrés previaje. Se está empezando a hacer real frente a mis narices, ¡y me encanta!