A Oporto la conocí gris. Durante los dos días que estuvimos allí, vi apenas un poquito de sol… estuvo siempre lloviznando o nublado. Aunque me hubiera gustado ver los verdaderos colores de Oporto, también sé que por esa zona es normal que se lo pase lloviendo, por lo que creo que también fue bueno que me haya recibido con total naturalidad. Ver la ciudad como es normalmente también me da un sentido de permanencia, como si Oporto me haya permitido conocerla tal cual es…
El lugar donde nos quedamos era hermoso, una casona antigua reformada con muchas habitaciones. En ese momento no había muchos huéspedes, solo estaban los dueños y una conocida de ellos así que pudimos usar todo como si estuviéramos en casa. Esa noche salimos a dar una vuelta por Oporto y a cenar, y ya muertas de sueño nos dedicamos a dormir algunas horas.
Al día siguiente volvimos a recorrer la ciudad, esta vez viendo como podíamos volvernos a Galicia, averiguamos pasajes de micro y de tren, y nos convencimos por el tren. Salíamos relativamente temprano para poder llegar bien a Galicia y no tener contratiempos. (aunque, a nosotras siempre nos pasa algo, ¡no hay vez que nos encontremos que no tengamos una aventura!)
Fuimos a conocer la libreria Lello, en la cual se rodaron varias escenas de la película Harry Potter, y en la cual tuve el placer de tomarme una foto furtiva. (¡gracias sis!)
Paseamos un poco más, tuvimos la oportunidad de ver un poco de la queima de fitas, una fiestra tradicional universitaria organizada por la universidad de Coimbra, una de las universidades más antiguas de Portugfal (y por varios siglos fue la única) y sentirnos como inmersas en una de las películas de Harry Potter. Es una lástima que no tenga mi teléfono conmigo (¡si, lo perdí en Oporto!) porque había tomado muchísimas fotos.
Para almorzar, tuve el placer de degustar la francesinha, ¡algo que ahora recién recuperada de gastroenteritis sería imposible de probar! Es como un sándwich con un montón de variedades de fiambres, bañado en queso y una salsa riquísima, y viene con papas fritas. Una bomba al estómago pero un placer para los sentidos.
Vimos un poco más de la queima y ya tuvimos que volvernos para poder volver a casa. Fue muy poquito tiempo, casi menos de 24 horas, pero fue lo suficiente como para quedarme atrapada y querer volver. Espero volver con un poquito más de portugués encima porque «no cacé un fulbo» como diríamos acá, aunque los portugueses se mostraron muy amables y pacientes conmigo (nada que ver con otras… paris… ciudades… ejem… jajaja)
A modo de bonus track, les dejo algunas fotos que pude tomar de Oporto, ¡Para que se queden con las ganas y visiten!