Todo tiene un comienzo, y los míos (por lado paterno) se remontan a dos pequeñas parroquias en Galicia, Grixó y Foxás de Abaixó, ambas si no me equivoco situadas en Touro (camporrapado), cerca de Santiago de Compostela.
Gracias a Dios que me lo permitió, pude ir dos veces a conocer las casas de mis abuelos, una en cada pueblo y me sentí como si hubiera llegado a casa. La familia que quedó allá es hermosa, súper hospitalaria y desde el momento que llegamos nos hizo sentir bienvenidos.

Hermosa vista desde el patio y el hórreo de la familia
Las construcciones de las casas son de piedra y tienen más o menos entre 200 y 300 años, ¡Cuántas generaciones habrán habitado allí! De solo recordarlo se me pone la piel de gallina.

paredes de piedra en la casa de mi abuelo
La casa de mi abuela es una casita pequeñita en el pueblo de Foxás, donde también funcionaba la escuela en que ambos asistieron durante su vida en Galicia. La casa de mi abuela se encuentra derrumbada, pero aún sigue manteniendo su belleza y calidez.

Y sigue manteniendo la vida entre sus piedras
Conocer estos lugares tan cargados de historia y emoción para mí, es algo que no sé ni cómo agradecer. Conocer mis orígenes fue algo maravilloso. Aunque no llegué a conocer a mis abuelos porque fallecieron antes de que yo naciera, sus enseñanzas, costumbres y frases aún quedan resonando en la familia.