Leer con esta canción de fondo si es posible.
«Él corría, nunca le enseñaron a andar, se fue tras luces pálidas… ella huía de espejismos y horas de más…»
Aquí me encontraba yo, en el aeropuerto de Ezeiza una vez más… Aquí me encontraba yo, otra vez dirigiéndome al otro lado del mundo. En vez de huir de horas de más, iba a la búsqueda de las mismas. Una vez más dirigiéndome a una parte del mundo desconocida. Pero esta vez…
Corea y Japón siempre estuvieron en mis planes de viaje, pero siempre las pospuse. Mirando planes de viejos, estuve armando el recorrido aproximadamente desde el año 2013 pero jamás me animé a concretarlo.
«El valor para marcharse, el miedo a llegar…»
«Es muy lejos» «no sé tanto el idioma» «¿Voy a ir sola?» y otras miles de excusas más se agolparon en mi cabeza y salieron por mi boca durante más de tres años. Esta vez, después de haber vivido 10 meses sola en Australia me dije basta. ¿Qué sería un mes más fuera de casa? Si, ya no recuerdo tan bien el idioma como antes o esta vez tendré que hacer más horas de viaje… pero ¿qué mas da?
Dejarse llevar suena demasiado bien…
Nunca saber dónde puedes terminar, o empezar…
Dos meses después del «Qué más da» me encontré a mí misma caminando por las calles de Inage con mi bolsa del konbini disfrutando el verano tokiota y diciéndome a mí misma: «¿Y si pospongo el pasaje y me busco una escuela?« Yo. La que no quería ir sola, la que pensaba que estaba demasiado lejos y no recordaba el idioma. No lo hice al final (spoiler de la historia) pero lo pensé seriamente. ¿Hubiera pensado en quedarme en Japón si nunca hubiera ido? «La corriente enseña el camino hacia el mar…»
Suspiro. Cuando quise darme cuenta estaba en el aeropuerto de Narita volviendo a Buenos Aires. Miro a mi alrededor con tristeza, creo que esta es la frontera entre el siempre o jamás. Soñaba con despertar con otro tiempo y otra ciudad, pero…
Miro a mi alrededor, todos duermen ya… menos yo. Estoy más despierta que nunca. Estoy más desafiante que nunca. Esto recién comienza.
Vuelvo a Buenos Aires y no tengo nada. La primera vez que volví, lo tomé muy mal. Volvía de Australia llena de esperanza y con planes de regresar, pero me tuve que quedar debido a las circunstancias. Decidí marcharme para volver a recuperar el rumbo y aquí estaba de nuevo en Buenos Aires, en una ciudad gris que en este momento no me ofrece absolutamente nada. Me pide. Me pide tiempo, esfuerzo y broncas. Pero esta vez sé que no es mi «terminar» sino mi «empezar.» Se me otorgó una página en blanco y soy la responsable de hacer lo que quiera con ella. Soy Alicia sin ciudad, unos vienen, otros van… y yo puedo hacer lo que me plazca. Me quede o me vaya, me he dado cuenta que no tengo ciudad, soy Buenos Aires, soy Sydney, soy Tokyo y soy Copenhague.
Bella entrada Pau, por todo lo que contiene más allá de las palabras dichas, por los miedos y el valor de hacer un viaje que se sueña y convertirlo en una experiencia real en lugar de «Algún día»
Y sí, te has animado a mucho, fuiste la que viajó sola al otro lado del mundo como en la más antigua y mítica de las odiseas humanas, así que no lo olvides…cuando lo gris ahogue, no te olvides de lo que fuiste capaz.
(Leí, ¿viste?)
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